Aun
cuando las condiciones son propicias para la formación de huracanes en la
superficie, la tormenta no se puede formar si las condiciones atmosféricas
cinco hasta diez kilómetros sobre la superficie no son favorables. Por ejemplo,
en la zona de 20 grados de latitud, el aire en altura es a menudo con baja presión,
debido a la presencia de alta sub-tropical de un semi-permanente sistema de
alta presión en las regiones subtropicales. La alta presión empuja el aire
hacia la superficie. El aire descendente se calienta y crea una inversión
térmica, una capa de aire muy estable en el que la temperatura aumenta con la altitud,
al contrario del perfil de temperatura usual en la atmósfera inferior. Llama la
inversión de los vientos alisios, esta capa caliente es muy estable, lo que
hace que sea difícil para las corrientes de aire que suben y forman las
tormentas y huracanes (eventualmente). Además, los fuertes vientos de nivel
superior tienden a desgarrar el desarrollo de tormentas eléctricas mediante la
dispersión del calor latente y la prevención de las temperaturas más cálidas
que conducen a la presión de aire más baja en la superficie.
Huracán Ophelia (NASA 30-9-2011) |
En la
superficie, los huracanes pueden disminuir su potencia más rápidamente en las
condiciones adecuadas. Estas condiciones incluyen en la tormenta cuando se
mueve sobre aguas más frías que no puede suministrar aire caliente, húmedo
tropical, la tormenta que se mueve sobre la tierra, una vez más cortando la
fuente de aire caliente y húmedo y, por último, la tormenta que se mueve en un
área donde los fuertes vientos de la alta en la atmósfera dispersan el calor
latente, lo que reduce las temperaturas cálidas en el aire y el aumento de la
presión en la superficie.