Auroras, fantasmas en el firmamento.

En las noches claras de Alaska, Canadá, Noruega, Finlandia, del norte de Rusia o la Antártica, se ve a menudo en el cielo un resplandor verdoso, de sorprendente colorido y espectacularidad, al que se le conoce como Aurora, (figura 7). La luz de la aurora se produce a una altura de unos 100 km cuando los rápidos electrones que llegan del espacio golpean los átomos y las moléculas de la atmósfera. La pantalla de su computador, que muestra estas palabras, se ilumina probablemente de forma similar, mediante un haz de electrones acelerados eléctricamente hacia la pantalla, este haz se guía y se modula para que forme las letras y las imágenes.

La ubicación de las auroras.

La ubicación de las auroras sobre la Tierra está muy dominada por el magnetismo terrestre. En el siglo XIX se observó que ocurrían más frecuentemente en un cinturón estrecho, la zona auroral, que circunvala el polo magnético. Sus arcos y cordones también están alineados aproximadamente con esa zona, localizada en las inmediaciones del polo norte magnético, a modo de círculos concéntricos, y el “circulo de fuego” auroral esta alineado, evidentemente con estos campos. La correspondencia magnética también está demostrada por el hecho de que los rayos de la aurora se sitúan a lo largo de las líneas del campo magnético y que en el campo magnético terrestre se observa por debajo una aurora brillante y activa que tiende a perturbarse.

Figura 7 Imagen de una aurora boreal.

La luz verde de las auroras.

El color verde de la aurora tiene un orden definido de forma precisa en el espectro (línea espectral estrecha). Esos colores exactos son normalmente las firmas de los átomos que los emiten: por ejemplo, las ampolletas (dependiendo del vapor metálico que contengan) emiten generalmente la luz amarillo-naranja del sodio o la luz azulada del mercurio.

La luz verde de la aurora desconcertó a los científicos durante muchos años, puesto que no se adaptaba a ningún elemento conocido. Parece estar producida por átomos de oxígeno, pero bajo condiciones que, en nuestra atmósfera, solo existen en niveles altos muy rarificados. La aurora roja, vista en ocasiones, surge aún a mayores alturas y también se produce por electrones que golpean al oxígeno. Durante las tormentas magnéticas, el resplandor puede moverse hacia el sur y de vez en cuando se puede ver en latitudes medias altas. Surge como un resplandor en el horizonte, parecido al que precede al amanecer, y por eso entre los científicos se le conoce como la aurora boreal (por comodidad la aurora), nombre en latín del “amanecer del norte”, aunque también se ve un fenómeno similar en las regiones polares del sur, la aurora austral.

Fuego de San Telmo.

El Fuego de San Telmo son pequeñas chispas o descargas eléctricas minúsculas que saltan de los objetos punzantes y metálicos. Se trata de un fenómeno que se puede observar en la alta montaña cuando se avecinan tormentas, aunque también se aprecia en los mástiles de los barcos (al nivel del mar). En general, todos aquellos objetos buenos conductores de la electricidad empiezan a desprender pequeños chasquidos debidos a la carga eléctrica atmosférica. Son descargas eléctricas continuas, de intensidad débil o moderada, que emanan de los objetos elevados sobre la superficie terrestre (pararrayos, veletas, mástiles de barcos, etc.).

Este fenómeno eléctrico, se atribuye a las llamadas descargas tranquilas, que se producen por inducción eléctrica de una nube sobre los objetos terrestres terminados en punta, y que se observan sobre todo cuando las tormentas han pasado rozando la superficie. En estos objetos aparecen unas llamitas azules, acompañadas de un zumbido o chisporroteo, debido a las descargas. El Fuego de San Telmo es conocido desde la antigüedad por los marinos; de él se posee una descripción, en el relato del segundo viaje de Cristóbal Colón (1493) redactado por su hijo Fernando en el diario de a bordo del Almirante.